D'això es tracta!
Aquí hi trobareu totes les propostes constructives i les obres de Jordi Domènech.
I un article sobre oficis en extinció a "El Idealista" de Lucía Martín
Empezó a trabajar con su padre cuando tenía 15 años. Ahora ya cuenta
con más de 60 y no tiene ninguna intención de jubilarse: es, como otros
muchos artesanos, un amante de su oficio y cuando se ama el trabajo no
se piensa en dejarlo. Tanta es su pasión por las construcciones que
cuenta que hace unos años tuvo un accidente grave de moto y, estando
tirado en la carretera, se miró las manos y dijo: “ah, menos mal que no
me he hecho daño”.
Con sus manos, Jordi Domènech va levantando estructuras, bóvedas, que parece que tienen vida, de lo orgánicas que son.
Formas caprichosas, de dimensiones espectaculares algunas, que se diría
levitan en el aire. Pero no es cuestión de magia, sino de saber hacer: es uno de los pocos especialistas en construcción de bóveda catalana, o bóveda tabicada,
de nuestro país y, desde hace unos años, difunde su uso y pone en valor
esta técnica constructiva casi en desuso. “Mi padre decía que no te
daban el título de albañil hasta que no habías hecho una bóveda”, bromea
Domènech.
Jordi nos habla con pasión de bóvedas catenarias (una curva que
describe una cadena por la gravedad) y nos cuenta cómo se hacen: “Lo
primero es dibujar la bóveda con una cadena en la pared (al revés de la
forma que finalmente tendrá). La cadena es lo que me sirve de calco para
hacer la cimbra de madera, que es la estructura sobre la que se hace la
bóveda”, explica el artesano.
Esa cimbra de madera se construye sobre la pared y ahí es donde irá
poniendo la capa de ladrillos. Inmediatamente después de colocar la
primera hilada de ladrillos, quitará la cimbra de madera (y no teman,
que no se cae, no). Y por encima, colocará la siguiente hilada de
ladrillos. Y así, hasta terminar. Los ladrillos los va uniendo con
cemento, los va pegando por el canto: de esta forma se constituye una
bóveda tabicada, en la que el ladrillo va en horizontal. El espesor
final depende de lo grande que queramos la bóveda. Los materiales que utiliza son muy pocos: la cimbra de madera, el cemento, el yeso y los ladrillos, que pueden ser macizos o no.
Jordi explica que ahora se hacen muchas bóvedas en escaleras, porque
es más rápido que si es con hormigón, el problema es que, como no todo
el mundo sabe hacerlas, puede ser un proceso más lento porque la mano de
obra no está familiarizada con la técnica. “Además, es un sistema mucho
más sostenible, más respetuoso con el medio ambiente, porque necesita
menos calor que el hormigón”, añade.
La mayoría de clientes de este artesano catalán son particulares, en El Masnou,
la localidad donde vive, es donde más bóvedas ha realizado: de hecho en
una masía de la zona construyó una de 16 metros de luz, que es la
distancia desde que arranca la bóveda hasta que termina. Curiosamente, esta técnica de construcción que no necesita de vigas ni de hierros para mantenerse, llama mucho la atención en Japón,
adonde Jordi viajó para levantar una de sus creaciones: concretamente
lo hizo al lado de Saporo, en la rehabilitación de un espacio público.
Así que, si viaja por allí, no se extrañe si ve una bóveda de estilo
gaudiano y que sigue en pie a pesar de los numerosos terremotos que han
tenido lugar en el país desde que Jordi la construyó en 2004.
Jordi cuenta que una de las cosas más difíciles de controlar en este proceso es la temperatura del cemento:
“Si hace mucho frío, el fraguado es más lento. La cerámica, además, los
ladrillos, tienen que tener un toque de agua”, cuenta mientras va
pasando los ladrillos por un cubo con agua.
¿Nunca se le ha caído ninguna bóveda? “No, no, pero bueno, he
cometido algún error de juventud por querer ir deprisa”, comenta riendo.