HADES

El dios de los muertos. Era hijo de Crono y Rea. Tras la victoria de Zeus, los hermanos se repartieron los reinos. Zeus se quedó con el cielo, Poseidón con el mar y Hades con el reino de los muertos: el Inframundo.​ Hades era invisible, los griegos pensaban que se hacía invisible gracias a un casco mágico que escondía su identidad no solo a los mortales sino también a los demás dioses. ​ También se le conoce como Plutón, es decir, el que daba riquezas. Porque las frutas y verduras crecen de la tierra, se le puede atribuir tal abundancia al dios del Inframundo. Bajo este nombre le rendían culto en numerosos santuarios, mientras que bajo el nombre Hades era un dios odiado. ​ Perséfone, la esposa de Hades, era la diosa de los muertos y de la tierra que da vida. Tras su rapto, cuyo autor era su mismo esposo, su madre y él llegaron a un acuerdo. Perséfone pasaba cuatro meses con su esposo en el Inframundo y ocho meses con su madre en la tierra. Estos tiempos coincidían con las estaciones. Y mientras la vida y vegetación creían durante los ocho meses que Perséfone pasaba en la tierra, durante los otros cuatro meses, en verano, hacía calor y la vegetación se secaba y desaparecía. ​ El Inframundo también podía llamarse Hades. Es el lugar adonde van las almas de los muertos. Una vez dentro no hay salida. En las puertas del Inframundo está Cerbero, perro guardián que recibía a los recién llegados y devoraba a los que intentaban escapar. Heracles, en la última de sus obras, logró llevar a Cerbero a la tierra. ​ En el Hades había tres ríos: Aqueronte (el río de la pena), Estigia (el río del odio) y Cocito (el río de los lamentos). Caronte era el encargado de llevar a las almas por estos ríos en el acateón (una embarcación). ​ En este reino no había espacios diferentes para los buenos o los malos, de esta forma los grandes pecadores cumplían su castigo frente a todos los muertos. ​ Un castigo famoso es el de Sísifo, rey de Corinto. Por cometer infamia y ofender a Zeus y a los dioses del Inframundo, se le condenó a empujar una gran piedra cuesta arriba, pero antes de alcanzar la cima, la piedra siempre rueda cuesta abajo. De esta forma tiene que volver a empezar una y otra vez, por toda la eternidad. ​​​ Grimal, Pierre, (1989). Diccionario de mitología griega y romana. Trad. Francisco Payarols, Barcelona, España: Paidós. ​ Graves, Robert, (2007). Los mitos griegos I y II. Trad. Esther Gómez Parro, 2001. Madrid, España: Alianza Editorial. 
Image